Mochilas de vida demasiado llenas

Son muchas las personas que afrontan el morir con intenso sufrimiento psicológico y espiritual. Parte de ello puede venir dado por el gran peso que llevan en sus mochilas de vida. Mochilas en las que permanecen emociones, sentimientos y vivencias conectadas con un sufrimiento que no ha sido atendido en su momento. A todo ello podríamos denominarlo «heridas internas». El morir es el último escenario que nos permite ver cómo están nuestras mochilas, pero no es el único. El día a día también nos invita a mirarlas. Por ejemplo, nos podemos encontrar en una situación que nos ha despertado una intensa reacción emocional. La situación es la que hace emerger emociones y/o sentimientos que, posiblemente, ya residían en nuestro interior y que tienen su origen en otra vivencia ya pasada. El no habernos atendido emocionalmente en ese momento, hace que llenemos la mochila de emociones, sentimientos y creencias pendientes de atender.

Cada emoción, es un paquete que contiene material de uno mismo, de nuestro interior. Las emociones que duelen son las que acostumbramos a apartar, a mantener alejadas de nosotros. A menudo tendemos a huir de esa interioridad recurriendo a la distracción y al mantenernos ocupados “haciendo”. Pero hay circunstancias que sacan a flote aquello que habíamos tratado de silenciar. Poder drenar un dolor emocional permite poderlo sanar, transformar.

El ejercicio de preguntarnos el porqué de nuestra reacción, (poniendo el foco en nuestro interior, no únicamente en la situación externa) y el atender la información que se desprenda permitirá ir acercándonos a esas heridas internas para poder ir sanándolas. El trabajo de acoger, permitir, comprender nuestra interioridad requerirá, en ocasiones, de un acompañamiento profesional, y permitirá aligerar el peso de nuestras mochilas de vida. Cuanta menos densidad haya en nuestro interior, más ligeros afrontaremos el vivir y el morir.